sábado, 23 de julio de 2011


La fuente de donde bebía

En una comunidad religiosa había un hermano muy sabio, alegre, orante y consejero que siempre tenía buena disposición para todo, se llamaba Juan. A Juan nada le resultaba difícil, los momentos de dificultad los sobrellevaba con una actitud de esperanza y todo lo que le consultaban tenía para él una buena solución. Sus hermanos lo amaban, la gente buscaba su consejo, nadie que venía a él se iba igual, siempre tenía un agradable semblante.


Para el verano llegó a la comunidad un nuevo hermano, que le gustaba ser el centro de todo, llamar la atención y que todos le rindieran honores y estuvieran pendientes de lo que hacía, su nombre era José. Pronto el hermano José se dio cuenta de que el

hermano Juan, hombre sencillo de cara amable, pero muy sabio le hacía perder terreno, por lo que quiso llegar a ser como él, más, no logró nada. Trató de dar consejos a algunos hermanos, pero en lugar de ayudar empeoraba las cosas. Fue entonces cuando el hermano José decidió acercarse al hermano Juan para saber de dónde le venía toda su plenitud y así robarle la gracia. Le acompañaba a hacer los trabajos, a la oración, a todo. Como no encontrara nada, un día decidió proponerle un caso de su vida, algo falso inventado por él, algo que el hermano Juan no pudiera resolver, para pedirle su consejo:

Le dijo –“hermano Juan yo tengo un gran problema, hace unos meses conocí a una muchacha, ella es linda, amable y roba toda mi atención, sin darme cuenta me he enamorado y no hago más que pensar en ella. La amo, me vuelve loco y ocupa todo mi pensamiento” el hermano Juan se le quedó mirando con una ternura y comprensión que lo desnudó y que le hizo sentir vergüenza de la trampa que le estaba poniendo.

El hermano Juan le dijo –“hermano José sígame”- mientras caminaban le habló

–“como todos, yo tengo dificultades, como todos yo sufro, como todos me enamoro de las criaturas y de su forma de ser, pero yo tengo una fuente a la que llevo todas mis debilidades, para recibir fuerzas de mi Dios”.

Llegaron a su celda y el hermano Juan le mostró una jarra de cristal con agua limpia hasta la mitad y en el agua un papel con una frase que decía: “mi vida y mi tesoro están en el corazón de Dios y Dios no se desentiende de mí” le dijo

–“hermano José ¿tu relación con esa muchacha te da paz o te produce intranquilidad? Y prosiguió diciéndole:

–“al pensar en ella, en su belleza y en lo bien que te sientes a su lado, ¿qué notas que es más importante y fundamental para ti, ella o Dios que te ha llamado? El hermano José cayó de rodillas sin responder ni una palabra, lloró y por su mente pasó como una película todo su orgullo, su vanidad, y sus deseos de ser el centro de atención. Muy arrepentido le explicó al hermano Juan que todo era mentira y que se sentía un miserable delante de él. El hermano Juan lo levantó y tomando sus manos le dijo –“todo el honor debe ser para Dios”

Sacó un papel y escribió “tu vida y tu tesoro están en el corazón de Dios y Dios no se desentiende de ti, porque te ama tal como eres” y le dijo

–“bebe de esta fuente” desde aquel momento el hermano José vanidoso y arrogante se convirtió en un joven sencillo, que servía y vivía con alegría su vocación.

Sor Laidys A. Peguero Rodríguez hccs.

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